El cuerpo es el lugar en el que vive nuestra historia. Es el resultado de todas las experiencias, emociones, y sensaciones. Es donde habitan las heridas (traumas) que cargamos por las vivencias que hemos atravesados a lo largo de nuestra vida desde que nacimos —conscientes o inconscientes—. Pero también nos habita la historia que nuestros ancestros y ancestras han vivido a lo largo de miles de generaciones. Son las trenzas que tejen nuestra alma, aunque no lo sepamos. Y precisamente porque no lo sabemos nos acompaña, condiciona, y muchas veces nos determina en silencio.

Pero el cuerpo no sólo este ente individual, hablar de cuerpo es hablar de cuerpo-tierra, y por tanto de la conexión relacional que existe de la conciencia de las corporalidades entre los otros cuerpos y el territorio (que no sólo es la configuración geográfica, sino que incluye los ciclos de la vida de todos los seres vivos, la relación planetaria, las plantas, la comida, los idiomas etc…).

Es a través del cuerpo que mantenemos este dialogo interior inter-conectado con el exterior. Es precisamente la cuerpa, la que nos habla de todo lo que permanece en el inconsciente, no sólo memorias personales sino sobre todo colectivas. Por eso, debemos aprender a conocer y, sobre todo, a escucharlo. Porque el cuerpo habla. Y en esa expresión, que se manifiesta a través de síntomas múltiples y hasta de enfermedades, lo que sale a la luz es aquello con lo que cargamos, muchas veces sin saberlo.

Por lo que el camino a la sanación solo puede transitarse a través del trabajo interior, es decir, a través del trabajo consciente, teniendo el cuerpo en el centro de la terapia o proceso de crecimiento personal y/o colectivo.